La manifestación “Canarias tiene un límite” convocada en las islas y en distintos puntos de la Península está dando mucho de qué hablar. Reclaman frenar el crecimiento de un modelo turístico desarrollista, que deteriora nuestros recursos y empeora la calidad de vida de los residentes. Exigen que se tomen medidas urgentes para paliar los impactos negativos que nuestro modelo económico actual genera.
El movimiento ha provocado una enorme inquietud, fundamentalmente entre la clase política y empresarial. Algunas voces tratan de desacreditar una reivindicación histórica, utilizando la mentira como principal herramienta aliada. Intentan hacer ver que las manifestaciones son un peligro para nuestro motor económico de las islas. Para ello, utilizan la turismofobia, un término absolutamente desvirtuado y prostituido.
No hay turismofobia, hay una reacción social frente a las desigualdades actuales provocadas por nuestro actual modelo turístico.
No hay turismofobia, hay una reacción social frente a las desigualdades actuales provocadas por nuestro actual modelo turístico. Parece ser que el actual grupo de gobierno, claramente aliado con las patronales turísticas y empresariales de Canarias, no entienden las reivindicaciones. Basta con conocer la realidad económica y social de las islas.
Siguen con el ilusorio discurso del “principal motor económico” y que, como dijo recientemente el presidente de Ashotel, Gabriel Wolgeschaffen, “a la vaca da leche hay que dejarla tranquila”. Pero la realidad es que la vaca da leche para algunos pocos y el motor económico hace tiempo que no está haciendo avanzar nuestra tierra. El turismo en Canarias va excelentemente bien, con un récord histórico tanto en turistas como en ingresos. Sin embargo, los beneficios no se están revirtiendo en la sociedad canaria como cabría esperar de una actividad que es el “motor” de las islas . Mientras unos pocos se enriquecen, otros muchos se empobrecen.
Según palabras de Oswaldo Betancort, presidente del Cabildo Insular de Lanzarote, “magnificar la saturación es una irresponsabilidad política”. Irresponsabilidad política es tratar de deslegitimar un movimiento reivindicativo, democrático y pacífico, insinuando que la ciudadanía no está realmente detrás de estas convocatorias. Son discursos simplistas, que demuestran una absoluta falta de conocimiento sobre la realidad económica y social de las islas. La ciudadanía expresa un malestar generalizado por la despreocupación y falta de políticas por parte de las administraciones públicas, que sean capaces de dar solución a los problemas diarios de la mayoría de la clase trabajadora. Canarias sufre las consecuencias de un modelo turístico masivo, intensivo en el consumo de recursos estratégicos del territorio.
Especialmente tras la pandemia, partidos políticos y patronales prometieron un cambio de modelo sostenible, más equitativo que tuvieran en cuenta los graves problemas que el modelo turístico actual estaba ocasionando. Pero los discursos se quedaron en falsas promesas. Lejos de asumir su responsabilidad, siguen con el sucio juego político. Seamos serios, todas las fuerzas políticas actuales que han tenido y siguen ejerciendo poder, tienen responsabilidad.
Coalición Canaria ha estado gobernando durante treinta años. El Partido Popular, ahora preocupado por la imagen turística de la islas, fue uno de los promotores de las prospecciones petrolíferas en Canarias, que ponían en riesgo nuestros recursos naturales y la propia integridad de la actividad turística. El Partido Socialista, Podemos y Nueva Canarias, han estado gobernando durante los últimos cuatro años. La parálisis en el sector turístico provocada por la COVID-19 era una excelente oportunidad para escuchar y atender a las demandas ciudadanas. Pero las medidas no llegaron.
Como estudiante de Turismo y futuro profesional del sector, reivindico un cambio de modelo económico de las islas. Lanzarote no aguanta más las consecuencias de un modelo excesivamente desarrollista, más interesado en satisfacer las necesidades de unos pocos, que del conjunto de la ciudadanía.
Esos mismos “reaccionarios” hartos de trabajar en condiciones precarias, a cambio de un mísero sueldo, son los que sacan adelante al sector. Indudablemente la clase trabajadora es la que mayor información tienen sobre la realidad de la actividad turística, no lo olviden.
Necesitamos un debate inminente y consensuado por parte de todos los agentes implicados. Pero no solo se deben quedar en discursos fáciles y populistas. Hay que tomar medidas urgentes que estén a la altura de las realidades sociales, económicas y territoriales de las islas. Ahora es el momento de alzar la voz por la defensa de nuestros derechos. Las acciones presentes condicionarán el futuro de las generaciones venideras.